Mujeres rusas influyentes

Mujeres rusas influyentes

Valentina Matvienko, Gobernadora de San Petersburgo. Habla perfectamente el ucraniano: es oriunda de Shepetovka. Como mujeres rusas influyentes diplomada, toda la vida ha sido capaz de componer valientemente complejas recetas políticas. También en la cancha de tenis.

Tatiana Golikova, Ministra de Salud y Desarrollo Social. Divide el espacio de su vida y el de su nevera con otro ministro, Voctor Jristenko. Posee una impresionante capacidad para refutar los chistes sobre rubias: cuando se dedicaba al presupuesto estatal podía haber superado a cualquier hombre en el recitado de cifras y cálculos. Le gusta sinceramente la gente sencilla.

Natalia Timakova, secretaria de prensa del presidente. Llegó volando a la gran política en un avión en 1996 cuando, entre un grupo divertido de periodistas, acompañaba a Boris Yeltsyn en su campaña electoral. La corresponsal del apartado de política del periódico Moskovski Komsomolets se hizo notar. Anastasia Rakova, teniente de alcalde de Moscú. Resultó ser la única funcionaria de gobierno a quien Sobianin trajo de la región de Tiumén y recibió un puesto como jefa de la administración presidencial.

La jurista Rakova empezó a  trabajar con Sobianin en 1998 cuando tenía 22 años y consiguió convertirse en una persona cercana a Serguei Semenovich sin el cual, según dicen, no toma ninguna decisión importante. La hija de Yegor Gaidar no quería quedarse en la calurosa Bolivia, adonde se fue a vivir con su madre en 1991 después de que ésta se divorciara del reformador económico. A diferencia de su padre, fue capaz de integrarse en la nueva jerarquía de poder vertical, al ocupar  el puesto de viceprimera ministra en la región de Kirov. Elvira Nabiullina, Ministra de Desarrollo Económico.

Evita la vida social  y las conversaciones con la prensa sobre temas no oficiales. Aparte de la macroeconomía hay pocas cosas que interesen a Elvira Sajipzadovna. Incluso su marido, Yaroslavl Kuzminov, es el rector de la Escuela Superior de Economía. Y es que hubo un tiempo en que la hija de un chofer de Ufa citaba a la poeta rusa Ajmátova y se dedicaba al estudio de la pantomima.